
Las tecnologías asistivas, o tecnologías de apoyo, existen desde el momento que las personas precisaron acoplarse elementos del entorno para realizar actividades básicas de la vida: un palo para suplantar un miembro, un garfio de metal para reemplazar una mano, un cuerno de animal ahuecado para aumentar la audición o un trozo de vidrio para poder ver mejor … por dar algunos ejemplos.
A lo largo de los siglos estos artefactos sufrieron muy pocos cambios en sí mismos, salvo una que otra adaptación sobre el modelo existente. No fue sino hasta la Guerra Civil de Estados Unidos cuando surgieron avances significativos sobre las prótesis, especialmente para las piernas y los pies. Por ejemplo, una de las novedades fue la sujeción a modo de enchufe. Hay que reconocer que en la actualidad se sigue utilizando básicamente este sistema de agarre, aunque las prótesis ya no son de madera y cueros sino de otros materiales como el titanio o las siliconas.

En la década de 1980, las tecnologías electrónicas y los microprocesadores comenzaron a impactar de manera favorable en la funcionalidad de las ortopedias y en la reducción de sus tamaños y costes que las hicieron más accesibles al público en general. Surge en este momento una toma de conciencia sobre el tema y la necesidad de investigar y regular el diseño y construcción de estos artefactos para la discapacidad. Frutos de esta década de 1980 son inventos tan importantes como los audífonos (que reemplazaron las trompetas de bronce o madera utilizadas para la amplificación del sonido) y la primera terminal de habla para personas con ceguera.
En ese entonces estas tecnologías eran conocidas como tecnologías para la rehabilitación y se definían como cualquier tecnología (productos, instrumentos, equipamientos o sistemas técnicos accesibles por personas con discapacidad y/o mayores) que se utilicen para evitar, compensar, mitigar o neutralizar la deficiencia, discapacidad o minusvalía y mejorar así su autonomía personal, calidad de vida, la comunicación y la participación social.
Sin embargo, a partir de la década de los 90 se comenzó a utilizar el término tecnologías asistivas por considerarse que la palabra rehabilitación tiene un sentido más acotado que asistivas. Las tecnologías asistivas o tecnologías de apoyo en la actualidad comprenden un universo integral tecnológico que agrupa diversas áreas científico-técnicas: arquitectura, urbanismo, informática, ergonomía, ingeniería, psicología, ciencias de la salud, interacción persona-ordenador y diseño entre otras.
A estas áreas se ha sumado la inteligencia artificial y se han producido importantes avances sobre todo los aspectos comunicativos. Un ejemplo, es el dispositivo adosado a la silla de Stephen Hawking y que le permitía hablar. El sistema interpretaba y pasaba a voz las palabras del teclado virtual cuyas letras eran seleccionadas y activadas mediante los movimientos de sus pómulos.

Otra de las nuevas miradas sobre las tecnologías de apoyo es la investigación y aplicación de la usabilidad -o amigabilidad– al momento de diseñar los artefactos. Se ha tomado conciencia de la importancia de la percepción de los usuarios, su satisfacción y sus preferencias para la funcionalidad del dispositivo. Si bien la accesibilidad es indispensable, no es suficiente; se precisan otros atributos, como la usabilidad , para lograr una producto realmente inclusivo.
Esto se manifiesta en el amplio desarrollo y uso de las aplicaciones móviles asistivas, muchas de ellas gratuitas, Estas aplicaciones se han extendido y popularizado entre las personas que las necesitan porque se adaptan a los hábitos de uso y a las preferencias de los usuarios actuales, sobre todo los más jóvenes.

Ya para finalizar este breve paseo histórico, quiero compartir esta frase contigo 🙂
“Para la mayoría de las personas la tecnología hace las cosas más fáciles. Para las personas con discapacidad, la tecnología hace las cosas POSIBLES” (Mary Pat Radabaugh,1988)